Navegaba entre lágrimas sobre su barquito de papel. Allí donde soplara el viento acabava, como si otros dirigieran su destino. Ella vivía por aquel mar, aquel mar que la llenaba tanto, que la hacía sentir feliz, que a pesar de las tormentas que pasaba a su lado, siempre acabavan en paz. El mar era su vida, y nunca mejor dicho, lo compartía todo con él, sus secretos, sus intimidades, sus días y sus noches, sus sueños y sus realidades...
En aquel caprichoso mar, llegaron nuevos barcos, tripulantes del agua de ella, del agua de la que vivía, por la que vivía y con la que soñaba. Con la que despertaba y con la que se acostaba cada noche, intentó compartir, era un espacio libre, como los pajaros, como los cavallos, como todo...
Los días felicen pasaban, pero a veces, el caprichoso e inmenso mar, incitaba al avandono, le arreaba semejantes oleajes, le dejaba a su merced, sin miramentos, y solo se calmaba con la llegada de aquellos nuevos amigos de su sal. La joven marinera ignoraba las respuestas a ese comportamiento, aquel mar pacifico, que siempre la había guarecido en sus días tristes, que la arrullaba cada puesta del sol para ayudarla a dormir, ahora la ignoraba como a los insignificantes pececillos.
Se volcaba en arrullar con sus calidas olas a los nuevos viajeros, ahora ella, se sentía mareada, invadida, echada... No se encontraba en su lugar, no se sentía realmente en "casa", no encontraba aquel suave murmuro que en los días tristes le sonaba como canciones preciosas y la llegaba a emocionar...
Ahora sentía insultos, frases en contra de sí, como si todas las aguas y la lluvia se hubieran puesto de acuerdo para expulsarla, sin querer, pero sin evitarlo. Poco a poco ella se sentía fraguada en el lugar, sin salida, sin felicidad, sin sentir...
Al fin llegó el día del juicio. Ella se lanzó al mar, sin pensarlo, y estuvo horas nadando y sintiendo los azotes del mar sobre su cuerpo, su menté se ahogó, su cuerpo permaneció en blanco. Al final, llegó a la embarcación, subió... Los ojos perdidos en el horizonte, aquel marrón verdoso, aquellos ojos que durante las noches oscuras brillavan con luz propia desapareció.
Aquellos ojos llenos de alegria e ilusiones se borraron, sin sentimiento, quedarón inmersos en la preocupación, como si un real mar negro hubiera llenado de oscuridad su mirada, y ella, quieta, parada... Se limitó a conducir el barco a la tierra, buscando el lugar para descansar en paz...
Caprichoso destino, el de las olas que vienen y van, más siguiendo el camino, aprende de los errores y busca la verdad...
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